Otra vez más, el sorteo de la Lotería de Navidad ha pasado de largo sin fijarse en ti. Así que te espera otro año más teniendo que verle el careto a tu jefe. Otro año más sin piso en propiedad. Y otro año más sin dar la vuelta al mundo. En fin, el primer premio podría haber cambiado tu vida. Sin embargo, todo sigue igual.
Yo tampoco he tenido suerte en el sorteo, pero me importa un pepino. ¿Sabes por qué? Porque aunque esos doscientos mil euracos me habrían venido estupendamente, hoy sigue siendo un día de suerte para mí. Y, seguramente, para ti también.
Déjame que te lo muestre con unas palabras del maestro budista Thich Nhat Hanh que he traducido para ti:
El mindfulness no solo nos ayuda a conectar con el sufrimiento para que podamos abrazarlo y transformarlo, sino que también nos ayuda a tocar las maravillas de la vida, incluido nuestro propio cuerpo. Entonces, inspirar y espirar se convierten en una delicia.
Hace unos pocos años, tuve un virus en mis pulmones que los hacía sangrar. Escupía sangre. Con los pulmones en ese estado me era difícil respirar y me costaba sentirme feliz cuando respiraba. Tras el tratamiento, mis pulmones se curaron y mi respiración mejoró mucho. Ahora, cuando respiro solo necesito recordar ese tiempo en el que mis pulmones estuvieron infectados por aquel virus. Entonces, cada respiración se vuelve deliciosa, realmente buena.
Cuando practicamos la respiración consciente o el caminar con conciencia llevamos nuestra mente al cuerpo y nos asentamos en el aquí y ahora. Nos sentimos tan afortunados; tenemos a nuestro alcance tantas condiciones para la felicidad. La alegría y la felicidad llegan al momento. Así que el mindfulness es una fuente de alegría. El mindfulness es una fuente de felicidad.
Tich Naht Hanh en No mud, no lotus. Aleph Book Company. Edición de Kindle (posición 618-626).

Thai, como lo llaman sus discípulos, tiene más razón que un santo. ¡Es una suerte tremenda tener unos pulmones sanos y le doy gracias a la vida por los míos! Por eso y por muchas cosas más.
De cualquier modo, entiendo a quienes piensan que este es un discurso naíf. No te juzgo si te huele a conformismo y a flower power.
No obstante, te invito a seguir leyendo. Quién sabe, tal vez si llegas hasta el final de este artículo veas las palabras de Thich Nhat Hanh con otros ojos.
Es lo normal. Hasta que deja de serlo
Con frecuencia somos como ese mendigo de la historia que se pasaba el día pidiendo dinero sentado sobre una caja sin darse cuenta de que la caja estaba llena de oro.
Damos por seguros muchos de los dones y de las circunstancias favorables que la fortuna nos ha regalado. No los consideramos especiales puesto que para nosotros son simplemente lo normal.
Hasta que un día los perdemos. Solo entonces reconocemos su valor; cuando ya es demasiado tarde.
Lo sé, hay muchas cosas que podrían ir mejor. Y sí, ya sé que si hubieras ganado el Gordo de la Lotería de Navidad podrías tapar unos cuantos agujeros. ¡Yo también!
Pero esto no nos impide reconocer aquello que marcha bien, ¿no te parece? Reconocer el valor de los tesoros cotidianos de la vida no es conformismo ni relativismo.
No sé si es por culpa del capitalismo o de la naturaleza humana, pero tendemos a enfocarnos demasiado en lo que nos falta y a pasar por alto cientos de joyas que la vida nos regala cada día: las sonrisas de nuestros hijos; el brillo de la luna en un cielo negro; una buena carcajada; una novela que nos agarra y no nos suelta; o un buen polvo, si prefieres algo más terrenal.
Los espíritus ávidos
En el budismo se habla de los espíritus ávidos o pretas, unas criaturas con bocas minúsculas, barrigas inmensas y un apetito insaciable: seres insaciables condenados a la insatisfacción perpetua.
![Gaki-Zoushi. Kyoto National Museum [Public domain]](https://conconciencia.com/wp-content/uploads/2018/12/Gaki-Zoushi-800x442-jpg.webp)
Con frecuencia, las personas nos parecemos mucho a los espíritus ávidos, al menos en algún momento o aspecto de nuestras vidas. ¿No es cierto que a ti también se te da mucho mejor generar deseos que satisfacerlos? ¿Tú también pasas al siguiente objetivo una vez has conseguido algo que querías, sin siquiera disfrutarlo?
Afortunadamente, cuando comenzamos a tomar conciencia de todo lo bueno que ya tenemos, cuando nos damos cuenta de que hay mucho por lo que dar gracias y muchas razones para ser felices aquí y ahora, nuestra mente se relaja y nuestro corazón se expande.
En ese momento, cuando tomamos conciencia de nuestra buena fortuna, nuestro espíritu ávido se empieza a esfumar. Esta es una de las maneras en la que la práctica del mindfulness y la atención plena nos ayudan a conectar con la alegría y la paz.
Hoy —sea el día que sea— es el día perfecto para reconocer nuestra suerte y dar gracias por esos dones y circunstancias que nos permiten tener una buena vida, una vida feliz.
Quizás mañana —o la semana que viene o dentro de un año o quién sabe cuándo— el destino le dé una patada al tablero y las cosas empeoren para nosotros. Todo está marcado por el sello de la impermanencia. No des nada por seguro, ni siquiera aquello que para ti es lo normal .
Algún día, esos dientes con los que hoy cascas avellanas se caerán. Tu fuerza se extinguirá vencida por la enfermedad o la vejez. Tus amigos y familiares morirán, no sabemos si antes o después que tú. No hace falta que siga dando ejemplos, ¿verdad?

Tenemos muchas razones para disfrutar de la vida. No habría estado mal ganar el Gordo, no nos engañemos, pero la fortuna nos sonríe de otras maneras.
Recuerda los pulmones infectados de Thich Nhat Hanh. Respira profundamente. ¿Qué me dices ahora?
Todos los días deberían ser días de acción de gracias. ¡Vamos a robarles a los estadounidenses su fiesta y a celebrarla cada día a nuestra manera! Eso sí, mejor nos saltamos lo del pavo.