Hoy he superado un reto personal: meditar cada día durante 100 días seguidos sin excepción. Ya lo había intentado en otras ocasiones, pero sin éxito. Antes o después, siempre fallaba algún día.
¿Cuál ha sido el secreto que me ha permitido conseguirlo esta vez? Unas sencillas estrategias que te presentaré a continuación y que también te podrían ayudar a ti con tus retos personales.
Me he marcado un mínimo realista y modesto
La mayoría de días he meditado durante 20 minutos, algunos he llegado a los 30 y, en cuatro o cinco ocasiones, he meditado durante solo 5 minutos. Meditar durante 30 minutos puede requerir mucho esfuerzo en un día complicado, pero hacerlo durante 5 es realmente sencillo. No hay excusas para no llegar a ese mínimo.
Y cada día que consigues cumplir tu objetivo, aunque sea por los pelos, tienes más fuerza para lograrlo también al día siguiente. Créeme, es mucho más difícil abandonar tu reto después de 50 días que después de 5.
Por eso es tan importante que te marques un objetivo realista que te permita sumar pequeños logros hasta culminar tu reto.
He sido flexible con las condiciones ideales
Casi todos los días he meditado sentado en mi cojín de meditación, en el silencio de la mañana o en el de la noche. Normalmente, he quemado un poco de incienso japonés y he preparado mi rincón en el salón para meditar cómodamente. Esas son mis condiciones ideales para meditar en casa.
Pero cuando estuvieron mis suegros de visita y se alteró nuestra rutina, me conformé con esos 5 minutos de meditación sentado… ¡sobre la tapa del retrete! Suena poco digno, ¿verdad? Pero meditar en este lugar atípico me sirvió para no romper mi racha.
Durante mi reto, también estuve enfermo de gripe y, en dos ocasiones, medité diez minutillos sentado en la cama. Otra vez más, aceptar las circunstancias y adaptarme a ellas me permitió seguir adelante con mi reto.
Me he allanado el camino
Entre tú y yo, cuando me levanto a las seis de la mañana, no tengo muchas ganas de meditar. Lo que realmente me apetece es quedarme en la cama o, como mucho, tumbarme en el sofá a leer un rato.
Por esa razón, antes de acostarme recojo el salón, preparo mi rincón de meditación y me dejo un té caliente en un termo. De este modo, cuando me levanto, todo está listo y no tengo que exigirle demasiado a mi fuerza de voluntad para sentarme a meditar.
Anticiparse a los obstáculos y preparar el camino lo hace todo más fácil.
Me he reservado el tiempo necesario para cumplir mi reto
Yo prefiero meditar por las mañanas. Cuando me levanto de la cama aún no ha surgido ningún imprevisto ni hay ningún problema que me obligue a cambiar mis planes. Por eso prefiero meditar al comenzar el día.
No obstante, los días que he dejado la meditación para la noche por la razón que fuere, he reservado el tiempo necesario para esta actividad, de modo que todo lo que tuviese que hacer estuviera hecho antes de mi sesión de meditación.
Si no lo hubiera planificado, habría llegado agotado al momento de la verdad y, con toda seguridad, habría abandonado mi reto.
Ahora es tu turno
¿Cuál es tu reto? ¿Qué te te propones conseguir? ¿Qué estrategias crees que te ayudarán a conseguirlo?
¡Me encantaría leer tus respuestas a estas preguntas!
Fotografía: Morgan Sessions (vía Unsplash)