Fotografía del mar en primer plano y el cielo

Somos gotas en el mar

Nunca me he sentido demasiado cómodo en el mar. No soy buen nadador y me resulta imposible relajarme en una masa de agua que se extiende más allá del horizonte. Además, están las corrientes, las medusas, los salvarios… Pero sobre todo mi torpeza como nadador.

Así que no te sorprenderá que te diga que era incapaz de flotar sobre mis espaldas en el mar (eso que se suele llamar hacer el muerto). Cada verano lo intentaba sin éxito. Jamás llegué a relajarme lo suficiente como para lograrlo.

Nunca. Hasta este año.

Hace unas semanas, en mi última visita a la playa, me di un chapuzón y salté con las olas un rato. Y volví a intentar flotar de espaldas…

Y para mi sorpresa, ¡lo logré!

Ahí estaba yo, ¡flotando bocarriba! Con la cabeza, el pecho, la barriga, las piernas y hasta los pies asomando por encima del nivel del agua.

Fotografía de persona flotando en el mar

Y así me quedé un rato. No sé cuánto.

Pero sé que durante unos instantes me sentí como una gota más dentro del mar. No era un cuerpo ajeno flotando en el agua: me había licuado. Era mar.

Hasta que una ola me mojó la cara y me trajo de vuelta dentro de los limites de mi pequeño cuerpo.

Desde ese día he pensado varias veces en esa sensación de unidad con la naturaleza y me pregunto, ¿eso que me pareció una percepción extraordinaria no será la realidad?

¿No será nuestro ego —esa conciencia individual que impregna nuestra visión y vivencia del mundo— una trampa que nos separa de la naturaleza y de los demás?

¿No soy el 99 % de mi tiempo como un ojo que se cree independiente de la cara en la que está? ¿Una hoja que se piensa que no tiene nada que ver con el árbol en el que crece?

Fotografía de unas hojas en un árbol.

Sospecho que sí. Creo que hemos creado demasiadas fronteras mentales que nos separan del medio ambiente y del resto de la humanidad. Hemos olvidado que estamos interconectados y que somos interdependientes.

¡Cuánto mejor nos iría si echáramos abajo algunas de estas barreras que nos aíslan en nuestra individualidad! ¿Y sabes qué te puede a liberarte de esos muros? La práctica de la meditación.

A través de la práctica de la meditación zen, por ejemplo, muchos individuos pueden llegar al fondo de su propia identidad, de su verdadera naturaleza como seres conscientes, y descubrir por sí mismos que, más allá de la aparente diferencia de identidades, todos formamos parte de la misma Realidad No-dual.

Dokushô Villalba

¿No te gustaría dejar caer —o derribar a mazazos— algunos de esos muros y darte cuenta de que somos algo más, de que somos dentro de algo mayor que nosotros mismos?

No lo olvides: somos gotas en el mar.


Referencia: ¿Independencia o interdependencia? Una visión budista de la identidad
Créditos de las imágenes
: Matt Hardy, Ricardo Frantz y Rémi Walle (Unsplash).

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